En este mes emblemático de nuestra nación, es esencial que cada entidad, ya sea estatal, educativa o religiosa, haga una pausa en su rutina diaria para reflexionar sobre el espíritu inquebrantable que nos liberó del yugo opresor; ese opresor que intentó despojarnos de nuestra identidad cultural, religiosa, lingüística y de nuestras tradiciones, así como de nuestra propiedad privada.
Recordemos aquel 16 de julio de 1838, cuando Juan Pablo Duarte y un grupo de jóvenes visionarios fundaron La Trinitaria bajo el lema: «Dios, Patria y Libertad», sentando así las bases de nuestra nación y definiendo los valores por los cuales debemos luchar incansablemente.
Hoy nos enfrentamos a tiempos en los que en lugar de promover estos valores fundamentales para guiar a nuestra juventud hacia el respeto a Dios, el amor por la Patria y la defensa apasionada de la Libertad; observamos cómo el Estado se desvía hacia la regulación de un mundo hedonista poniendo en riesgo los pilares de nuestra identidad nacional.
Estos son los desafíos que amenazan la esencia misma de nuestra patria y para superarlos debemos aferrarnos a nuestra Constitución como el faro que ilumine nuestro camino en la política y en la sociedad.
La Constitución no es solo un documento; es el cimiento sobre el cual se construye el bienestar común asegurando los derechos y libertades de todos los ciudadanos especialmente aquellos en situaciones vulnerables. Es imperativo recordar que somos una nación forjada sobre principios y derechos inalienables que deben ser defendidos y respetados en todo momento evitando caer en las garras de un Estado autoritario que busque limitar nuestras libertades bajo el pretexto de una falsa seguridad.
Nuestra Carta Magna es sólida, pero no es inmune a los vientos de destrucción que hoy soplan con fuerza. Sin embargo, si permanecemos unidos y actuamos con determinación y firmeza ante estos desafíos, no solo sobreviviremos sino también emergeremos fortalecidos y purificados. La clave para un futuro próspero y justo reside en vivir en un país donde reine el orden, la justicia y la igualdad de oportunidades para todos.
Este futuro deseado no se materializará por sí solo; depende de nosotros crear las condiciones necesarias para hacer realidad nuestros sueños e ideales. Esto exige un compromiso constante y un trabajo arduo. Los desafíos pueden ser intimidantes, pero es nuestra tenacidad, perseverancia y coherencia las que nos llevarán hacia adelante.
Es el momento de que cada ciudadano consciente y comprometido se sume a esta tarea urgente: llevar luz a la oscuridad, esperanza donde impera la desesperanza, y no permitir que nuestra conciencia moral y patriótica se diluya en una sociedad indiferente ante la injusticia y la desigualdad.
Desde el Frente Cívico Social hacemos un llamado a rebelarnos contra las injusticias que han plagado a generaciones pasadas; a defender nuestros valores tradicionales y principios éticos. Nuestra Constitución nos insta a buscar un equilibrio social justo promoviendo el bienestar de todos, para prevenir tanto el autoritarismo como la perversión. Ahora más que nunca, debemos abrazar nuestra Carta Magna como guía infalible en nuestro actuar político y social para construir un país próspero e igualitario, respetando los derechos fundamentales de cada ciudadano.
Es nuestra responsabilidad colectiva mantener viva la llama de la democracia y la libertad asegurando que las generaciones futuras hereden una patria fortalecida por los valores y principios que nos han definido a lo largo de la historia. Unidos en el propósito común de respetar y promover los ideales consagrados en nuestra Constitución enfrentaremos los desafíos actuales y futuros asegurando un legado de justicia, igualdad y prosperidad para todos. El camino hacia ese futuro brillante está en nuestras manos!
¡Despierta, RD!
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