“Votamos como si estuviéramos eligiendo a un dios”: elecciones desesperadas en el Pakistán de las crisis

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Pakistán acude este jueves a las urnas, poniendo fin a una campaña electoral en la que no han sido los candidatos quienes han buscado a sus votantes, sino que han sido los pakistaníes quienes han tenido que crear a sus candidatos en un intento desesperado por encontrar en ellos algún amago de liderazgo. El ambiente apocalíptico que dejó tras de sí 2023 se cierne sobre el país: plagas, inundaciones catastróficas y una contaminación asfixiante en sus principales urbes son el telón de fondo de esta jornada electoral.

La destitución de Imran Khan en 2022, tras desafiar al poder militar, supuso un giro dramático en la política del país. Su sucesor, Shehbaz Sharif, tomó el control y puso en marcha medidas para recuperar ese orden que la sociedad percibía como perdido: amordazó a los medios de comunicación, limitó la libertad de acción de las organizaciones no gubernamentales (ONG) e hizo lo imposible para debilitar a la oposición a base de conspiraciones y violencias, hasta el final de su mandato en agosto de 2023. Fue entonces cuando Anwar Kakar se puso al frente del Gobierno como primer ministro interino, con la promesa de la celebración de unas elecciones pospuestas hasta hoy debido a problemas en el censo.

La inestabilidad política de 2023 deja unos datos desoladores: la ley de la blasfemia continuó siendo inmune a cualquier intento de derogación, ya que se trata de una herramienta imbatible para justificar la violencia contra las minorías y los crímenes extrajudiciales. Los crímenes de honor y los matrimonios infantiles siguen siendo una realidad desgarradora: 4,5 millones de niñas se casan antes de cumplir los 15 años. El país sigue siendo incapaz de garantizar el derecho a una educación universal: más de seis millones de niños entre los seis y los 12 años y unos 13 millones de niños de más de 12 años no asisten a la escuela.

El panorama económico no es mucho mejor: al alto desempleo juvenil, a la inflación cercana al 30% y a una moneda que ha perdido más del 50% de su valor frente al dólar estadounidense en los últimos dos años, hay que añadirles una deuda externa que supera los 120.000 millones de dólares.

El escenario político es, cuando menos, esperpéntico. Y así lo expresan los pakistaníes. “La desesperación es tan grande que votamos como si estuviéramos eligiendo a un dios”, declara Hussein Khan, profesor de Derecho en Lahore. “Las elecciones son en Pakistán una suerte de rezo colectivo, un acto inútil orquestado por un sistema que alimenta la ilusión de los ciudadanos y les hace creer que su voto cuenta”.

Quien un día fuera el niño bonito de Pakistán, Imran Khan, líder del partido Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), se enfrenta ahora a una pena de prisión de 10 años por filtrar secretos de Estado y por su supuesto matrimonio ilegal con Bushra Bibi. Esta última acusación ha ocupado las primeras páginas de los periódicos, empeñados en politizar la vida privada de Khan como castigo, una de las especialidades del país sudasiático.

La influencia del ejército es un tema central en estas elecciones. La detención de Imran Khan fortalece el liderazgo de Nawaz Sharif, quien cuenta con lazos con el poder militar. La manipulación política de los últimos meses hace que la población se cuestione la utilidad de su voto. “Podría decirse que está todo decidido”, opina un general-cirujano del ejército de Pakistán. “En este país, la democracia consiste en perder el tiempo y el presupuesto haciéndoles creer a los ciudadanos que tienen influencia en el devenir de la política”. Las elecciones, por lo tanto, se perciben no como un ejercicio de democracia, sino como un show que perpetúa el statu quo.

La violencia y la intimidación siguen siendo herramientas para silenciar a los opositores y asegurar la dominación de las élites. El asesinato de Rehan Zeb Khan, candidato afiliado al PTI, fue una advertencia para el pueblo: “Esto es lo que ocurre si desafiáis al poder”.

“Esto es lo que ocurre si desafiáis al poder”

Los asesinatos y el miedo han estado muy presentes en esta campaña electoral, con el fin de coaccionar y disuadir cualquier intento de disidencia: El lunes por la noche, un ataque en la estación de policía de Chodwan en Dera Ismail Khan resultó en el asesinato de 10 oficiales de policía, y en vísperas de las elecciones, el mismo miércoles 7 de febrero, al menos 22 personas fueron asesinadas en dos atentados contra las oficinas políticas de los candidatos en la provincia de Baluchistán.

Los medios, involucrados en la pretensión democrática, se empeñan en reflejar los movimientos de los candidatos, discuten sus supuestos apoyos y arrojan números y estadísticas: un total de 128 millones de personas están registradas para votar y elegir a 266 representantes en un sistema de mayoría simple. Se han establecido 90.582 colegios electorales en un país de 241 millones, con dos tercios de su población menor de 30 años.

En este contexto, la figura del próximo primer ministro emergerá no como un líder elegido libremente, sino como otra marioneta destinada a servir a los intereses de los poderosos, en un ciclo de corrupción y represión que parece no tener fin. La realidad es que en esta jornada electoral no hay ningún partido político en posición de formar Gobierno, una gran noticia para el poder: cuanto más débil sea el Gobierno, más fácil es la manipulación.

Así, las elecciones de 2024 en Pakistán no son una jornada de esperanza, sino un espejismo democrático que esconde una realidad de violencia y corrupción. “Hoy asistimos, por lo tanto, no a un ejercicio de libertad y democracia, sino a una farsa que ayuda a mantener a la clase poderosa de este país en su lugar”, afirma Hussein Khan. “Una farsa que puede tener lugar gracias a la colaboración del pueblo y a la mirada complaciente de Occidente. Mientras tanto, todo lo relacionado con las víctimas de los derechos humanos se pudre bajo la alfombra del despacho presidencial, bajo la pila de periódicos por repartir y entre los pliegues de las papeletas que los ciudadanos depositarán hoy en las urnas”.

Pakistán acude este jueves a las urnas, poniendo fin a una campaña electoral en la que no han sido los candidatos quienes han buscado a sus votantes, sino que han sido los pakistaníes quienes han tenido que crear a sus candidatos en un intento desesperado por encontrar en ellos algún amago de liderazgo. El ambiente apocalíptico que dejó tras de sí 2023 se cierne sobre el país: plagas, inundaciones catastróficas y una contaminación asfixiante en sus principales urbes son el telón de fondo de esta jornada electoral.

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