El barrio Capotillo, enclavado en la zona norte del Distrito Nacional, es una comunidad laboriosa agobiada por la violencia, criminalidad, exclusión, marginalidad, pobreza e inseguridad, al que la fama le corteja a través del narcotráfico y de la música urbana.
Su ya emblemática calle 42, ataviada por callejuelas o callejones, con niños malnutridos, mujeres abusadas, adultos desempleados y jóvenes sin rumbo, fue proclamada como “la vía mundial del dembow”, visitada por exponentes de ese género y por turistas deseosos de “tirarse selfies” y participar de sus “teteos”.
Es difícil entender que la indefensión social represente atracción turística o artística, aunque quizás lo que influye es que marginalidad ni violencia han logrado disminuir el optimismo o espíritu festivo de esa comunidad, cuya juventud se entrampa en ritmos callejeros que conducen a la drogadicción.
Es barrio, el más densamente poblado de la capital, limitado por los ríos Ozama e Isabela y los ensanches Simón Bolívar, Luperón y Villas Agrícolas , pretende ser mercadeado como si fuera una favela de Rio de Janeiro o algún cerro de Caracas, donde confluyen pobreza, drogas, música y comercio sexual.
Capotillo es cuna de gente laboriosa, que cada día procura abrirse paso a través de malezas de injusticia, en ciclópea lucha por llevar el sustento a los suyos, que malviven en una comunidad carente de escuelas vocacionales, cancha deportivas, centros de arte, escuelas primarias o liceos. Solo drogas y violencia.
El miércoles, agentes antidrogas salieron con la sabana al canto de la calle 42, en medio de una balacera protagonizada por custodias de puntos de drogas, y el domingo, en otra balacera, hubo saldo de un muerto y varios heridos, aunque la Policía, al minimizar el suceso, dijo que fue a causa de un pleito por un celular.
Duele decirlo, pero en esa populosa barriada, la gente no cree en nadie, porque teme por igual a narcotraficantes que a las autoridades, porque la mayoría de las veces, delincuentes persiguen a delincuentes y la comunidad sufre de los fuegos cruzados:
Se requiere que el gobierno voltee rostro hacia una de las comunidades más sufridas y marginadas en toda la geografía nacional, que reclama construcción de proyectos de viviendas, agua, electricidad, emprendimientos, empleos, seguridad, escuelas, instalaciones deportivas, capacitación laboral, porque no solo de balas, drogas y delincuencia puede vivir el barrio Capotillo.