
Punk contra la nostalgia, sí, pero también contra los elementos. Llegaron NOFX a Barcelona para empezar a despedirse y al cielo le dio por abrirse por la mitad. Parecía que llorase, pero no; sólo llovía.Y con ganas. »Hoy no es un día triste, hoy es solo divertido. Mañana será un poco triste y el domingo, triste del todo«, dijo Fat Mike en referencia a las otras dos fechas que completan el primer tramo europeo de su ‘Final Tour’. Triplete en Barcelona, 15.000 personas invitadas a la fiesta y una batería de himnos servidos a toda velocidad. Deprisa, deprisa, que esto se acaba.
«Vamos a tocar todas las canciones, todas las del mundo», dijo Fat Mike mientras el público desafiaba a la lluvia y abarrotaba el Poble Espanyol. Por delante, hora y tres cuartos de punk veloz, atropello hardcore y chistes gruesos. El calambrazo inicial de ‘Stickin’ In My Eye’, el trote adhesivo de ‘Murder The Government’ y el puño al aire de ‘Bob’. La trompeta de El Hefe sacándole los colores al frenesí ska de ‘All Outta Angst’ y los vasos de cerveza volando con su descacharrante versión de ‘Champs Élysées’. Sonido a ratos mejorable, ambiente de celebración y parloteo jovial (y a veces excesivo) entre canción. Incluso hicieron una pausa para ir al baño. «Tocamos canciones cortas porque somos viejos», ironizó el bajista.
Al final, claro, no tocaron todas las canciones del mundo, ‘sólo’ 38. Pocas, sin duda, para quien se quedó con ganas de ‘Linoleum’, ‘Don’t Call Me White’ o ‘Dinosaurs Will Die’, pero más que suficientes para quien hubiese llegado ahí confiando a ciegas en el guion de una noche que prometía estar centrado casi exclusivamente en dos discos de la banda: ‘White Trash, Two Heebs and a Bean’, de 1992; y ‘So Long & Thanks for All the Shoes’, de 1997.
‘Punk In Drublic’, el gran clásico de la banda, no asomó por el repertorio (se lo reservaban enterito para la noche del sábado), pero si de algo andan sobrados los californianos es de ases en la manga y barajas con las que repartir juego. De ahí, seguramente, este formato de despedida con dos discos por noche y un puñado de himnos sueltos con el que parecen decir que sus conciertos admiten casi cualquier combinación posible.
Anárquicos hasta el final, reordenaron ‘White Trash, Two Heebs and a Bean’ y ‘So Long & Thanks for All the Shoes’ a su manera, picotearon de ‘Heavy Petting Zoo’, ‘Ribbed’ y ‘S&M Airlines’ y se dieron un auténtico festín de punk espídico con las revoluciones por las nubes. Venían a despedirse, sí, pero también a echarse unas risas. Y vaya si lo hicieron. «Aunque no lo parezca, también ensayamos«, bromeó Fat Mike, pelo color pitufo y enérgico bajo como toma de tierra de las canciones, cuando se descubrió sufriendo de lo lindo con, entre otras, ‘I Wanna Be Your Baby’. Cosas del directo. Y de, según dijo, reencontrarse con canciones que no habían tocado en la vida.
Se fueron, cómo no, con el brío despendolado de ‘Kill All The White Man’, himno de guerra de una banda que, a pesar de las cuatro décadas de vida, del envejecimiento metabólico del punk y de unas bromas muchas veces varadas en los noventa, han llegado al final del camino con dignidad y el público a su lado. Y eso, visto lo visto, ya es mucho.